domingo, 3 de junio de 2012

A 16 años de histórico acuerdo, la paz prevalece en San Esteban


    
SAN ESTEBAN, Olancho. A 16 años de la firma del histórico acuerdo de paz entre las familias Nájera y Turcios, la anhelada paz aún prevalece en esta comprensión municipal, ubicada en el fértil valle de Agalta.
El profesor Julio Pineda señala el lugar donde fueron enterradas más de 40 armas de fuego, que depusieron los Nájera y los Turcios.
Aunque se trató de una época violenta, de muchas dificultades, con una connotación nacional e internacional, los protagonistas, las autoridades y la misma población, hoy en día ya no lo recuerdan, pero sí resaltan el ambiente de armonía y tranquilidad que les embarga.
Asesinatos múltiples e individuales por doquier, secuestros, emboscadas, amenazas, acusaciones y contra acusaciones en los tribunales de justicia matizaban la fatal historia de odio de violentos clanes.
Fue un 2 de junio de 1996, cuando los jefes de esas poderosas familias olanchanas estamparon su sello y firma en el acuerdo de paz, que silenció las armas y le dieron paso al diálogo y el valor a la vida humana.
Como testigos de aquel inolvidable acontecimiento, concretizado en la plaza Central del pueblo de San Esteban, asistieron las máximas autoridades civiles, militares, policiales y eclesiásticas del departamento, y la población en general.
Luego de una lucha violenta entre ambas familias, que se prolongó por varios años, con saldo de muchos muertos, heridos y exiliados por ambos lados, autoridades de la Iglesia Católica, por intermedio del obispo de la Diócesis de Juticalpa, monseñor Mauro Muldoon, tomaron la iniciativa de intervenir para apaciguar el conflicto.
Aquella mañana del 2 de junio de 1996 la población se aglomeró en la plaza de San Esteban para presenciar la firma del acuerdo.
Fue así como monseñor Muldoon se reunió con los jefes de las familias rivales, enemistadas por causas nunca conocidas, y que al final logró un acercamiento hasta consensuar la firma del acuerdo de paz, que también tuvo como protagonistas a jefes militares y autoridades civiles regionales y nacionales.
Entre las personas intermediarias, que más trabajaron acercando a las familias Nájera y Turcios, destacan al padre Alberto Gaucci, cura párroco de Juticalpa, y el entonces comandante de la 115 Brigada de Infantería, con asiento en Olancho, el coronel Wilfredo Meza.
UN HOGAR DE FUTURO
Ayer, 2 de junio, los vecinos de San Esteban, pueblo localizado a 85 kilómetros al noreste de Juticalpa y fronterizo con el departamento de Colón, recuerdan la efemérides que finalmente se tradujo en una paz duradera para todo Olancho.
En medio de un clima agradable, los vecinos recuerdan cada año, aunque sin mucha connotación, la histórica fecha, enfrascados en sus actividades normales, confiados de que esos momentos críticos ya no volverán a repetirse jamás, pues a nadie le benefician.
Los militares jugaron un papel importante para lograr la paz en esta zona ganadera de Olancho.
El alcalde municipal de este pueblo, Simeón Abigail Molina, manifestó que San Esteban ya no recuerda ese oscuro trágico en su historia, donde el que le gusta trabajar hace de este terruño un hogar de futuro para todas las familias.
Aparte del respeto que se tiene por el acuerdo, las autoridades civiles del municipio le han dado seguimiento al tema y hasta la fecha no existe ningún contratiempo de parte de las dos familias, las que pasan enfrascadas en sus actividades cotidianas.
Incluso, en la corporación municipal varios de los empleados son de las dos familias y con constancia realizan trabajos en equipo y viven en armonía envidiable, acotó el gobernante municipal.
No deseamos jamás retroceder en el tiempo, ni en ese tipo de hechos, la comunidad ve para delante, y como ejemplo muchos de los jóvenes que ya son familias independientes se visitan y hasta participan de algunas fiestas sociales que se llevan a cabo de vez en cuando en el pueblo, son amigos personales, andan juntos, comen juntos, es decir aquí no ha pasado nada, expresó con satisfacción el jefe edilicio.
El obispo Mauro Muldoon presidió aquel memorable acto.
“Sirvió el esfuerzo hecho por instituciones y personas, y considero que en la memoria de muchos vecinos del pueblo aún se guardan extenuantes jornadas de trabajo, día y noche, horas antes del acuerdo que al fin llegó al término deseado.
VALIÓ LA PENA
El padre Alberto Gaucci recuerda cómo las monjitas corrían de un lado para otro rezando rosarios, llevando misas a los barrios de los dos bandos, “el padrecito franciscano corriendo de un barrio a otro, intentando llevar la palabra de Dios a las dos familias, en un municipio que más parecía fantasma que otra cosa”.
Y al final hubo muchas lágrimas de alegría cuando Francisco Nájera y Ramiro Turcios, juntos en una misa de reconciliación y perdón en el parque Central del pueblo, vivimos una mañana extraordinaria, “la vida venció a la muerte y el perdón aplastó el odio”.
Encima de la vida no hay nada a que apostarle, es un reto que se toma muy a pecho y todo un municipio de gente alegre y laboriosa ve para adelante, soñando con mejores condiciones de vida bajo un clima de tranquilidad, expresó.
Padre Alberto Gaucci
Las noches en San Esteban las arropa el alumbrado eléctrico, se respira aire de libertad y hermandad, y hasta una novela se escribió de aquellos momentos tristes, para más de 90 personas que perdieron la vida, este hecho lo registrará para siempre la historia de Olancho, y San Esteban nos enseñó una gran lección, prosiguió el religioso.
Hubo muchos incrédulos que creyeron que todo era una farsa, pero los habitantes de San Esteban, 16 años después, no solo viven renglón por renglón su obediencia a aquel compromiso de palabra y por escrito que se firmó ante los ojos de todo un pueblo.
Para don Ramiro Turcios, lo que pasó en su municipio es un ejemplo a tomar para muchas generaciones, no solo en Olancho, sino en todas partes donde priva la violencia por la mezquindad de los seres humanos de perdonarse y apartar el rencor de su corazón.
“Gracias a Dios, después de la firma del acuerdo todos hemos participado activamente en las actividades encaminadas al desarrollo económico, social y cultural; asimismo seguimos cumpliendo las disposiciones que se emanaron por parte de la comisión especial, que se nombró en aquel entonces, para que no se violara el acuerdo”, recordó.
Don Ramiro Turcios
Nadie puede negar que la clave para conseguir la paz fue la intervención directa de la Iglesia Católica, a través de monseñor Mauro, el iniciador de las pláticas. Él fue como un padre para mí, no solo supo entender mi dolor, también fue un consejero, un psicólogo y hasta un guardaespaldas, siempre defendió la paz, reiteró don Ramiro.
El jefe del clan Turcios todavía recuerda la ocasión cuando sobrevoló en un helicóptero junto a Francisco Nájera y el obispo, fue un instante de mucha tensión, era la primera vez, después de mucho tiempo enemistados, que estaban tan cerca, ahora no para pelear, sino buscando una reconciliación pacífica, la que 16 años después sigue vigente.
Fue en un término de dos meses, reuniones constantes, organizando todo, de tal manera de no cometer errores para que la mañana y mediodía del 2 de junio de 1996, no solo quedaran enterradas las armas en el parque del pueblo, también que desapareciera todo aquello que no fuera respeto y comprensión para todas las familias de San Esteban.
Para la noche de ayer, sábado, el párroco del pueblo tenía programada una misa a partir de las 7:00 de la noche, a la espera de acudieran miembros de las dos familias y las fuerzas vivas de la comunidad, para agradecerle a Dios por la bendita paz que debe prevalecer para siempre en este pueblo del valle de Agalta. (Francisco Sevilla).

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