viernes, 11 de mayo de 2012

En honor al dia de la madre!!

María cargó en su espalda a hijo discapacitado hasta que se graduó.

MOROCELÍ, El Paraíso.- Una madre de esta comunidad sacrificó su vida para que uno de sus hijos, discapacitado, pudiera estudiar y graduarse en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en Tegucigalpa.

Durante nueve años doña María cargó en su espalda a su hijo Marvin, para que pudiera estudiar ciclo en Danlí y luego en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

Muchos conocen la historia de doña María Cecilia Triminio (52), pero pocos saben que sin la ayuda de las instituciones del Estado hizo realidad el sueño de su hijo, Marvin Abraham Alemán (22), de convertirse en pintor.
Después de cargarlo en su vientre 9 meses pasó a sus brazos 11 años y en su espalda 9 años más, hasta lograr que se graduara de Bachiller de Artes Plásticas.
Doña María parió ocho hijos, pero cuatro murieron por diferentes enfermedades, uno de ellos sufrió distrofia muscular, falleciendo a la edad de 14 años e igual problema enfrenta Marvin, otro de sus vástagos.
“Tengo cuatro hijos con vida. Todos estudiaron la escuela primaria, pero Marvin siempre fue muy especial con ganas de seguir y con mi esposo le preguntamos qué quería estudiar y dijo que pintura, así fue que lo llevé a los 14 años a sacar el ciclo al Sistema de Educación Media a Distancia (Isemed) en Danlí”.
Agregó que se quedaba todas las horas con él para cargarlo en brazos y llevarlo a las aulas de clase. “Las maestras me ayudaron e inicié con una bolsa recogiendo basura, me pagaban 600 lempiras, me dieron posada donde Nelson Gamero a quien le agradezco su apoyo”.
“En la semana horneaba pan, lavaba y planchaba ajeno para pagar el transporte, luego me contrataron como aseadora de Isemed hasta que mi hijo terminó el ciclo y ahí empezó la etapa más dura, porque él insistió en ir a la Escuela Nacional de Bellas Artes”, recordó.

El amor de Marvin por su madre no tiene límites.
“Fui a Tegucigalpa y lo matriculé, viajaba los lunes y por gracia de Dios encontré un cuarto que renté por 800 lempiras mensuales, ahí nos quedábamos toda la semana, muy temprano llevaba a Marvin en mi espalda a la Escuela Nacional de Bellas Artes y subía tres pisos con él, regresábamos tarde solo a dormir y muchas veces sin comer todo el día, sentada afuera de las aulas”, relató.
Con su mirada cabizbaja recuerda que se fue ganando la confianza de los maestros, quienes le ofrecían un plato de comida y luego la contrataban para lavar y planchar. “Yo trabajaba mientras Marvin estudiaba y pintaba en la escuela y viajaba los viernes porque tenía que ir el sábado a cumplir mi trabajo a Isemed, donde gracias a mi Jesús no lo he perdido o sea que solo dormía en casa dos noches con mis otros hijos y mi esposo”.
“Una noche era muy tarde y nos dejaron un caballo a la orilla de la calle para llegar hasta la casa, cayó una tormenta que destruyó el poco acceso hasta esta comunidad, veníamos con Marvin y el animal no encontraba el camino y se fue en un agujero; caímos con mi hijo pero no lo solté, con mi cuerpo lo protegí porque debido a su enfermedad se hubiera fracturado, yo me rompí la cabeza y muy nervioso mi hijo me limpiaba la sangre”.

Los cuadros que pinta Marvin son verdaderas obras de arte.
Doña María seguía horneando para llevar a vender pan a Tegucigalpa y recuerda que cuando viajaba los muchachos de los buses Contreras me subían a Marvin y solo le agradezco a doña Gloria, de la empresa de transporte, que me daba gratis los viajes”.
Los años han pasado y doña María aún cuida a su hijo con delicadeza por su discapacidad, piensa buscarle un trabajo, pero también analiza la posibilidad de movilizarlo todos los días, pues ya sus años han cansado su cuerpo, se sostiene de una pequeña venta de churros y galletas, los fines de semana es la aseadora del Instituto Departamental de Oriente en el sistema de educación a distancia.
A las 4 de la tarde espera en la puerta de su vivienda, ubicada en el caserío Mesías, Morocelí, El Paraíso, zona de difícil acceso, la llegada de su esposo Abraham Alemán (53), que realiza labor en el campo y quien después de unos 34 años de casados disfrutan ya de los nietos.
Marvin dijo que “las palabras son poco para agradecer a mi madre por los años me llevó en sus brazos y su espalda, soy evangélico y le pido a Dios le conceda vida eterna y la salvación a mi madre, quien construyó mis sueños, me dejó cumplir mis proyectos sacrificando su tiempo, su familia y su descanso”.

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