Santa Bárbara, Honduras.
Piedras para moler maíz, el típico fogón de tierra utilizado en la cocina rural, filtros de piedra para agua y hasta la silla utilizada por el primer dentista de Pinalejo, para extraer muelas sin anestesia, forman parte del museo bautizado con el nombre de Salatiel Bu.
Humanitario y enamorado
La enorme prole dejada por el doctor Miguel Paz Barahona, es una muestra elocuente de su espíritu romántico y su amor por las mujeres. No en balde le decían “el potro manchado de los valles de Santa Bárbara”, dice el historiador local, Pedro Zaldívar Figueroa.
Lo de manchado se lo decían porque tenía en su brazo izquierdo manchas de cativí que él ocultaba con camisas de manga larga, agregó.
Como médico viajaba largas distancias a lomo de mula, visitando personas muy enfermas para regalarles medicinas o practicarles cirugías menores, a veces sin cobrar sus honorarios.
Luis Mejía Paz, uno de los nietos que aún le sobreviven en Pinalejo, relató que siendo Presidente de Honduras, su abuelo viajó de la capital expresamente a operar a un vecino por una inflamación que le había aparecido en la cara.
Se llamaba Román Sabillón la persona que le pidió al mandatario que lo asistiera porque solo en él podía confiar. Hasta poco antes de su muerte, Sabillón anduvo mostrando con orgullo la cicatriz en el pómulo derecho que le dejó la operación practicada por el doctor.
Paz Barahona también tenía fama de ser un hombre recto en sus actuaciones.
Dice su nieto que en cierta ocasión llegó ante él un amigo suyo a pedirle una carta de recomendación para el juez, en vista de que se había robado una vaca y era buscado por la autoridad. “Cometí un error, ayúdeme”, le suplicó. El Presidente entonces le entregó un sobre sellado dirigido al juez, pero no contenía ninguna carta de recomendación, sino una nota en la que le comunicaba que el portador era el abigeo que andaban buscando y que procediera a darle captura.
Tierra de Pajizos
Los Barahona y los Bográn fueron las primeras familias que llegaron a asentarse a la comunidad en el siglo antepasado.
Después llegaron los Figueroa pidiendo a la municipalidad de Quimistán tierras para trabajar, entonces el alcalde les señaló unos “pinos a los lejos” donde se podían quedar.
De allí se formó el nombre de Pinalejo con que desde entonces se conoce a esta comunidad, que ahora es una villa del municipio de Quimistán, según dice el historiador Zaldívar.
En cuanto al nombre de Pajizos como se llama a los habitantes de Pinalejo, Zaldívar cree que el mote surgió durante un partido de fútbol que tuvo lugar allá por los años 30 en Quimistán, la cabecera municipal.
El caso es que uno de los jugadores de Pinalejo de contextura liviana estaba driblando a todos sus contrarios y cuando iba a concretar el gol, un angustiado aficionado de Quimistán gritó: ¡Detengan a ese pajizo! Ahora a todos los de Pinalejo les dicen Pajizos de lo cual ellos se sienten orgullosos, como de sus raíces históricas.